Ignacio Agustí La ceniza fue árbol –El viudo Rius
15sentimos ilimitadamente vinculados».
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En enero de 1941, el escritor se casa con Catín Ballester, con quien tendrá cuatro hijos. Durantela Guerra Mundial, se decanta por los aliados, opción peligrosa que provoca la inquina de losfalangistas exaltados. Los días que pasó en Alemania, con Hitler en su cenit de violencia totalitaria,le llevaron a rechazar el nazismo con una seguridad que mantuvo en los peores momentos delfranquismo germanófilo. Su inequívoca anglofilia, exhibida incluso en la indumentaria con un som- brero bombín en un mar de boinas y uniformes fascistas, sería reconocida por el Gobierno de SuMajestad británica con la
King Medal.
El 7 de abril de 1942, la situación económica de
Destino
se consolidaba con la entrada del condede Godó como accionista de la editora Publicaciones y Revistas S. A. De las mil acciones de laempresa, el propietario de
La Vanguardia
poseía un centenar, mientras que Agustí y Vergésconservaban 400 cada uno. Poco después, la redacción del semanario se trasladaría a la sede delrotativo barcelonés en la calle Pelayo, 28.Bajo la férula de Agustí, los símbolos falangistas de
Destino,
como el yugo y las flechas delartículo de portada, fueron perdiendo relevancia. La inquina de los camisas azules por las simpatías británicas del semanario aconsejaba una prudente retirada. En septiembre de 1942, el conde deGodó ofrece a Agustí una corresponsalía en Suiza. El 3 de octubre se traslada con su mujer y su hijorecién nacido. Aquel año publica los
surcos,
una novela de enfermizo lirismo enmarcada en paisajesrurales.20En Suiza, el periodista estaba seguro de que su camino era la política aunque, casi sin darsecuenta, estaba germinando un novelista. En Gstaad, Agustí se encuentra con el diplomático JulioLópez Oliván, consejero de don Juan de Borbón. En el Grand Hotel de la ciudad balneariaentrevista al Agha Khan, pero su principal objetivo es sumarse a los círculos monárquicos. Tras una primera audiencia en la residencia real de Lausanne, acompaña a don Juan en repetidas ocasiones.El contacto con United Press le lleva a comentar la situación política con don Juan, quien había proclamado en
el Journal de Gèneve
su propósito de servir al país y ser rey de todos los españoles.Al consejo privado
juanista
concurrían pocas personas. Además de Quiñones de León y el duque deAlba, los miércoles se reunía una tertulia en el ginebrino
Café de Commerce
a la que asistían, entreotros, Agustí, López Oliván y el que fue consejero de la Generalitat de Cataluña Ventura Gassol.Agustí decide redactar un artículo sobre la restauración monárquica para la
Gazette de Lausanne:
tras alguna incidencia en la versión francesa, aparece el 20 de enero de 1944 firmado con elseudónimo de
Fuenteovejuna.
Agustí ve en la restauración monárquica «la única solución viable para pacificar el país y encaminarlo a un provenir más seguro», al tiempo que excluye por igual elfascismo y a las actitudes políticas de los años republicanos.En Zurich y Ginebra, Agustí tuvo, por primera vez desde la guerra, tiempo para la escritura. En20 de marzo de 1943, sale de ediciones Destino su traducción al castellano de
Laura a la ciutat dels sants
de Miguel Llor que completa con
La sonrisa de los santos.
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Optar por el díptico de Llor, unnovelista que alcanzó celebridad al ser galardonado en 1930 con el premio Crexells del AteneoBarcelonés, es una apelación a la memoria literaria catalana anterior a la Guerra Civil y unadeclaración de afinidades sobre los temas y el estilo realista que Agustí adoptará en su novelística.A su vuelta a España, el 4 de marzo de 1944 llevaba consigo, dactilografiados, seiscientos foliosde una novela titulada
La ceniza fue árbol,
cuya primera parte era
Mariona Rebull.
La segundamitad, titulada
Desiderio,
no acababa de convencer a su autor que la transformó en lo que sería
El viudo Rius.
Los miles de ejemplares de
Mariona Rebull
y su ferviente acogida demostraban que habíalectores para la novela española y la mejor forma para animar a la escritura era la creación de un premio literario. Agustí comentó esa posibilidad a Vergés y Teixidor con el propósito de «despertar a docenas de novelistas dormidos en rincones anónimos del país». Un premio dotado con cinco mil pesetas de la época que suscitara fenómenos como
Mariona Rebull. Los
reparos de Vergés, por la
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Agustí, Ignacio;
Un siglo de Cataluña.
Destino. Barcelona, 1940, pág. 5.
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Llor, Miguel;
Laura.
Traducción de Ignacio Agustí. Destino. Barcelona, 1943.